martes, marzo 13, 2007

Por una galleta

Esta mañana ha aparecido en distintos periódicos digitales una noticia que supongo no habrá sorprendido a nadie.

Según un estudio publicado por el Instituto Lovenstein de Scranton, Pensilvania, Bush es el presidente de EE.UU. con el cociente intelectual más bajo.
Horas más tarde la Agencia Efe ha desmentido la primicia.

Les ruego observen detenidadamente la fotografía que encabeza este artículo.
Esas facciones simiescas, esa mirada vacía, esa expresión alelada.
Dicen que la cara es el espejo del alma. Es imposible no rendirse a la evidencia, el de la instantánea no es un tipo del montón, es subnormal profundo, tonto de baba, un auténtico zoquete.

El segundo puesto en la clasificación lo ocupa su señor padre, parece ser que la estupidez de la familia ya viene de lejos, cosas de la genética.
El abuelo del dirigente, Prescott Bush, fue un nazi reconocido que apoyó con inusitado entusiasmo al psicópata del mostacho.
Para lavar la imagen parental, su hijo George se alistó en la aviación, siendo condecorado con la Cruz Distinguida de Vuelo por su valentía en acción.
En pleno conflicto de Vietnam, Bush nieto ingresó en la Guardia Nacional Área de Texas, jamás entró en combate.
Dios Todopoderoso, nuestro Georgie rodeado de hombres de color que beben Jerez barato, fuman marihuana y escuchan esa horrible música tribal.

Visto en perspectiva es asombroso el amor que demuestra la dinastía Bush por los conflictos bélicos. Un presidente vistió uniforme por oprobio, el otro jamás pisó un campo de batalla.

Hasta el mandato de ambos, Ronald Reagan era considerado el dirigente más lerdo del país.
Las comparaciones son odiosas. Reagan fue un gobernante nefasto, puro veneno.
Lo que es innegable es que fue un buen orador gracias a su experiencia como locutor y actor de segunda fila.
El mentecato de Bush no sabe articular dos palabras seguidas.

El pobre siempre me ha recordado a esos hijos de ricachones sureños algo cortos de entendederas que aparecen en las obras de Tennessee Williams.
Un individuo supeditado a la poderosa figura paterna. Acomplejado, borrachuzo, rastrero y algo digno de lástima.
Esos tipos sudorosos y crispados que siempre acaban rompiéndole todos los huesos a Paul Newman en las adaptaciones cinematográficas de los montajes del dramaturgo de Mississippi.
Alguien con el que, haciendo de tripas corazón, podrías irte a tomar unos bourbons y cenarte un chuletón mientras departes sobre pesca, béisbol y caza mayor.

La gorda se armó cuando el muy cretino sintió la llamada.
¡Aleluya!
Abandonó su vida de tarambana gracias a la ayuda del teleevangelista Billy Graham.
Purificado en cuerpo y alma, inició su escalada a la presidencia como hermano renacido adventista del séptimo cielo.

La combinación de ardor religioso, capitalismo salvaje, patriotismo de tripa, valores de ultraderecha y necedad absoluta ha resultado devastadora.
Los dislates del presidente ya le han costado al mundo cientos de miles de víctimas y un clima de absoluta crispación, la cosa no ha hecho más que comenzar.

Y todo por una maldita galleta.

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Como dijo Sean Penn, Bush es como el diablo, pero tonto.
Gracias una vez más, Ivo.

Saluos cordiales

6:31 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

http://versiorac.blogspot.com/2007/03/el-quocient-intellectual-de-george-bush.html

12:45 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

En Rac1, efectivamente, comentaron que es una bola, pero de aquellas que podrían ser totalmente ciertas.

12:47 p. m.  

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