lunes, marzo 19, 2007

La revancha irlandesa


Día de San Patricio, patrón de Irlanda.
Este modesto reportero se ha desplazado a Dublín para cubrir el evento.
Las calles han amanecido vacías, no se ve un alma.
Parnell Square está desierta. Los pubs están cerrados a cal y canto.
Ni rastro de carrozas, caballos, violines, tréboles y puestos de white pudding y cerveza negra.

Al girar la esquina me doy de bruces con un viejete idéntico a Barry Fitzgerald agarrado a una botella de whisky Paddy.
Le pregunto respecto a tan extraña situación, pero su cerradísimo acento, la dentadura postiza y la melopea matutina dificultan bastante el diálogo.
Tras media hora de cháchara incoherente trufada de hadas, hurones, cuidado del césped, citas de Joyce y esquile de ovejas, saco en claro que la ciudad al completo se ha trasladado al aeropuerto.

Robo una bicicleta y me dirijo raudo al aeródromo.

Una riada de gente ha tomado las instalaciones.

Interpelo a un tipo uniformado de inmensas patillas pelirrojas, quien para mi asombro me contesta muy solícito en un perfecto castellano:

"De un tiempo a esta parte los irlandeses, concretamente desde que se establecieron las compañías de bajo coste, prefieren festejar su Día Nacional en la capital catalana.
El clima es mucho más benigno, proliferan los pubs, no hay horario de cierre, se puede fumar a precio regalado, el alcohol de ínfima calidad es mucho asequible y las autoridades la mar de permisivas."

Tras la explicación me indica donde puedo adquirir un billete de vuelta.

Después de horas de cola consigo embarcar.

Manda la tradición que en la festividad de Saint Patrick es de rigor llevar alguna prenda de color verde, los auxiliares de vuelo reparten enormes sombreros mexicanos de este color entre los pasajeros.

Por megafonía advierten a los viajeros que una vez estén en España se laven los dientes con agua embotellada, nunca salgan a la calle sin las pastillas de cloro y el spray antiagresión y que bajo ningún concepto coman platos cocinados en la calle.

Durante el vuelo se sirven hectolitros de vinazo chileno y sangría en tetra brik.
El personal, totalmente cocido, se desgañita con un desafinado popurrí de baladas celtas y La Macarena cantada en gaélico.
El hedor, mezcla de sudor, chocolatinas Cadbury, aguardiente, colonia barata y aperitivos salados de bolsa resulta insoportable.
Tras algunas turbulencias y varias aspirinas aterrizamos por fin en Barcelona.

Un matrimonio de rostro colorado y andar vacilante se precipita al vacío al abrir la puerta antes de que conecten el puente de embarque. Nadie repara en ellos.
Me sumo a la procesión de beodos y decido seguir a tres jóvenes a los que parece que el morapio todavía no ha hecho mella.

Al grito de ¡Torero, torero! paran un taxi y en un periquete se plantan en el establecimiento Mary's Drunken Lamb, sito en el casco viejo de la ciudad.
La zona está tomada por los mossos d'esquadra.
Tanteo a uno de los policías que vigila el local y sus inmediaciones:

"Cada año por estas fechas lo mismo. Son muy peligrosos, y espere a que agoten las existencias. Doce dotaciones en alerta roja, distrito acordonado, equipo antidisturbios. Varios miembros del cuerpo han sido relegados del cargo por pedir el traslado inminente a su Extremadura natal."

En el bar no cabe una aguja. Chicarrones con camisetas del Shelbourne y del Shamrock Rovers, muchachas vestidas con la ropa más chabacana del Zara.

En varias pantallas gigantes aparece la momia de Peter O’Toole en calidad de pregonero oficial de la festividad.
Concluye la retahíla instando a sus paisanos a que se beban hasta el agua de los floreros.

Un tipo, bajito y tocado con gafas de sol, apostado en la barra me observa con atención.
Me acerco, su cara de mala leche le delata, es Van Morrison.
Tras intercambiar saludos me comenta que dada la asiduidad con la que actúa en Barcelona, ha optado por instalarse en un recoleto piso del barrio de Sant Gervasi.
Adora el cap i pota y comprar el tortel los domingos.
Ruega le vigile el carajillo de ron Pujol mientras va al servicio.
Aprovecho la coyuntura para poner pies en polvorosa.

Tal y como relatan las leyendas orales irlandesas, los Tuatha Dé Danann (gente de la diosa Danu) fueron arrojado al inframundo tras la invasión de la isla por sus actuales habitantes, los gaélicos, que procedentes de España conquistaron Irlanda capitaneados por su caudillo Míl Espaine.

¿Se estarán tomando la revancha?

4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Vivan los irlandeses Ivo!

Los irlandeses son un pueblo hermano, se nos parecen harto.
Carecen del nihilismo británico, lo que les humaniza. Conservan un cuidadoso cariño por la familia y la tradición. Son magníficos bebedores. El verde de sus extensísimos prados alimenta sus almas y en los pueblos son aficionados a las ferias y a la equitación (saltos y carreras).

Irlanda es sobre todo repostería, mitología celta y Hurling, Irish Coffee y la inconmensurable belleza natural de sus paisajes.

Vienen a Barcelona porque aquí se ven libres más o menos como allí, en sus pueblos, donde es habitual enzarzarse en peleas que duran una tarde entera.

El Hombre Tranquilo

10:52 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

When Irish eyes are smiling,
Sure, 'tis like the morn in Spring.
In the lilt of Irish laughter
You can hear the angels sing.

Y el whiskey Bushmill, y las pintas de Murphy's acompañadas de pan negro y mantequilla salada, y las leyendas entre nubes alcohólicas, y la Mafia Irlandesa de Hollywood, y Pappy Ford, y el Irish Stew, y Huston cazando zorros subido a un caballo cogorzado perdido en St. Clerans, y los Them, y la Guinness para desayunar, y Peter O'Toole cerrando pubs en Grafton Street, y Bram Stoker, y Wilde, y Bernard Shaw y
¡MAUREEN O'HARA!

May the luck of the Irish
Lead to happiest heights
And the highway you travel
Be lined with green lights.

Wherever you go and whatever you do,
May the luck of the Irish be there with you.

If you’re enough lucky to be Irish...
You’re lucky enough!

12:00 p. m.  
Blogger Chenker ha dicho...

Qué bonita evocación de Irlanda, parece que la ha visitado Ud. en muchas ocasiones.

Ha cometido, no obstante, una imperdonable omisión. Se ha olvidado del gran Phil Lynott, leyenda del rock más machote, pero con facetas sensibles. Aunque su padre era brasileño, siempre se sintió tan irlandés como Michael Collins y le dedicó varias canciones a las leyendas de su tierra.

8:04 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Muchísimas gracias por el apunte, tomo buena nota.
La verdad es que no he estado nunca en Irlanda, me encantaría, aprovecharé los vuelos baratos para devolverles la visita.
No son santo de mi devoción, pero que demonios,
¡Vivan los Thin Lizzy!


Un abrazo,

Ivo

11:40 a. m.  

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